Wednesday, August 03, 2011

Bello pensamiento

La belleza está más en los ojos del observador que en el objeto observado; más en lo que el observador interpreta de la realidad, que en la realidad misma. 
Pero esto es solo parcial. Es decir, de un objeto dado, un cierto “por ciento” del total de la belleza está en el objeto y el resto en el observador (y como medir la belleza es otro rollo).
Por ejemplo, supongamos una rana. A una persona puede parecerle un bicho aborrecible, y a otro, una belleza de animal. Al primero le desagrada su piel viscosa y al segundo le maravilla su piel tan suave y brillante. La rana definitivamente tiene una piel, que es suya (o parte de ella) y solo por eso le toca un pequeño porcentaje de fealdad o de belleza, según se interprete. Porque son las características de esa piel lo que hace a la rana “fea” o “bella”. De lo que se deduce que la fealdad también está en los ojos del observador (y se podría discutir si la fealdad es el negativo de la belleza, o ausencia de, o lo contrario a...). 

En fin, que la belleza está en los ojos del observador; o mas correctamente, en su cerebro. Algunas cosas le parecen bellas a todo el mundo (o casi): desde que hay registros escritos ha habido quienes han comendado la belleza del amanecer, del atardecer, de la luna y de las estrellas. Otras cosas, en cambio, varían mucho. A los hombres siempre les han gustado las mujeres, pero lo que considera bello un guerrero de una tribu polinesia no tiene nada que ver con lo que consideraban bello los mayas; o los chinos (o el jurado de miss universo). 
El cuerpo de las mujeres se ha deformado de muchas maneras para satisfacer los estándares de belleza del lugar y la época: pies diminutos, cabezas planas, cuellos alargados, labios colgantes, etc. Y a la fecha. Podria decirse que una mujer puede ser bella de muchas formas, menos “al natural” - sin afeites, tinciones, liposucciones y liftings, pies vendados, anillos en el cuello y demás artilugios. Creo que esto se debe a que las mujeres siempre han sido propiedad, primero del padre (o la madre) y luego del marido; y con todos esos anillos, pinturas y vendas se pretende aumentar el valor de esa propiedad. Porque la belleza masculina, que yo sepa, no ha sido tan extrema, ni tan variable a través del tiempo y de una a otra cultura (si bien los mayas también amarraban tablas a la cabeza de los niños; que para eso no eran sexistas). 
Pero, volviendo a la belleza, está en parte en el objeto en sí, porque es lo que es, y en parte (la mayor parte) en el cerebro de quien observa el objeto y lo juzga, o no, bello. 
 Digamos que yo puedo decidir que soy bonita aunque esté gorda. Suena fácil; en realidad me está costando trabajo. Aun no me convenzo. Por demás, seguido me acuerdo de un conocido que una vez, viendo un poster de Marilyn Monroe, dijo:
-“Está gorda.”-
Si un sexy-symbol de hace solo cincuenta años es gorda para los estándares actuales, yo puedo tranquilamente consolarme de mi gordura con la certeza de que para Reubens yo habría sido toda una mamacita. Se habría dado gusto retratándome en hoja de parra, y hoy por hoy, miles de personas harían cola en el Louvre para vernos, a mi y a mis lonjitas. 

Y ese, es un pensamiento muy bello.

1 comment:

Anonymous said...

Me encantó tu publicación... me parece que es divertida, ingeniosa, pero sobre todo: realista. Como mujer gorda (que yo sí que lo soy) te digo: ¡qué razón tienes! Gracias.