Sunday, April 12, 2009

Cabo San Polvo

Cuando vivía en La Paz (aahh, La Paz… espero pronto regresar) era lugar común quejarse del polvo: “es que ya sabes, el polvo de La Paz…” era una frase habitual (no, ¡aún lo es!) en la conversaciones tipo “ama de casa”, hablaras con quien hablaras (esto es, los hombres – al menos los que viven solos y tienen que hacer el quehacer, aunque sea de vez en cuando) también se quejan del polvo. Y es que el polvo es ubicuo, se cuela por todos lados, y como los pelos de gato, aparece hasta en el interior de recipientes que habrías jurado por tu vida, estaban herméticamente cerrados.
Pues ese polvo se queda corto comparado con el polvo de Cabo San Lucas. El polvo de La Paz es cafecito, color arena. Aquí, las calles también son de ese color, pero el polvo que se acumula dentro de la casa en que vivo es gris, gris como el de Querétaro o el del Distrito Federal. No se porque. Afuera, la calle es color beige, pero adentro, el polvo es gris, y se acumula tan rápido, sobre todo estos días que ha estado soplando bastante viento, que para cuando se han secado los trastes, ya los tengo que lavar de nuevo, porque están llenos de polvo.
No exagero. Lavo los trastes de, digamos, la comida, y si en la noche quiero usar ese vaso para servir leche, primero lo tengo que enjuagar.
Es un polvo finito, chiquito, que se cuela por la mosquitera de la ventana de la cocina. En el cuarto en que duermo no es tan fino, seguramente porque no hay mosquitera. Curiosamente hay más mosquitos en la cocina que en mi cuarto. No puedo ni empezar a explicarme porque. Ahora que ya está haciendo calor otra vez, no puedo hacer la comida o el desayuno en shorts: si no me pongo pantalones para cocinar, me comen las piernas.


Otro detalle curioso que creo que he olvidado mencionar son los bolillos acapulqueños.
Seguido pasa un carro de sonido anunciando los “auténticos bolillos con sabor acapulqueño”.


¿¿¿???

Yo asocio a los bolillos con el centro del país, es decir, el Detritus Federal… ¿Bolillos acapulqueños? Con la ventaja y el insigth que me proporciona vivir con una señora que lleva más de diez años en cabo, pues le pregunté a ella por los bolillos acapulqueños. Tampoco se los explica. Y la media docena de personas que he entrevistado al respecto coincide conmigo: los bolillos son como que del centro, no de Acapulco.
Otro misterio inexplicable.


Además de los bolillos acapulqueños (perdón, los “auténticos” bolillos acapulqueños), hay carros de sonido que venden tortillas y masa de tortillas del Amigo Roger (“¡masa para tortillas del Amigo Roger, la mas mexicana!”). La “mas mejor” tortilla mexicana, - con nombre de gringo – y el “autentico” bolillo acapulqueño, mas las descripciones del radio según las cuales, aquí en Cabo San Lucas vivimos en el “paraíso”… Esta debería ser nombrada la Ciudad de los Adjetivos Hiperbólicos; en fin… También hay “carros de sonido” (una descripción que sí se queda chica, cuando piensa uno en el $%&/ escándalo que arman) que venden agua potable Vida Viva o algo así; alguien mas que vende algo no identificado, porque nomás pasan lentamente tocando el claxon; pan de La Princesa (estos se anuncian con una canción de Tin-Tan: “…el pan, para comer, no sé qué y no sé cuanto y el que no sale a los portales se queda sin el pan para comer ♪♫); elotes y verduras diversas (¡Doña! Compre elotes, de estos que usted prepara como usted sabe prepararlos y que quedan tan sabrosos como usted los prepara! –verídico, eso dice, y cosas peores de incomprensibles – supongo que el truco es aperplejar al oyente pa´ que no sepa lo que hace); la competencia del amigo Roger, que son las tortillas del Farito “las verdaderas tortillas de la colonia Arcos del Sol” (¿qué las de otras colonias no son verdaderas??? Se anuncian como si la colonia Arcos del Sol fuera mundialmente famosa por sus tortillas) y por último (de los que recuerdo ahorita), unas camionetas cargadas de plantas que también circulan lentamente, a ver quién les compra, pero no traen altavoces ni pitan el claxon (dios los bendiga – aunque yo sea atea).


Todavía no he visto a nadie comprar nada de ninguna de estas camionetas y “carros de sonido”. Bastante deben de vender, sin embargo, pa´ que rinda el gasto de gasolina… Al menos la lógica me inclina pensar esto, pero cada día dudo más que la lógica haya llegado a Los Cabos alguna vez (excepto que quizá está aquí de vacaciones, es decir, de incógnito: por eso es irreconocible).