Sunday, December 17, 2006

Veinte razones por las que el chocolate es mejor que el sexo

Veinte razones por las que el chocolate es mejor que el sexo

  1. Puedes, de hecho, obtener chocolate.
  2. Es más: es fácil conseguir buen chocolate.
  3. Y puedes tener todos los tipos de chocolate que quieras.
  4. Puedes hacer que el chocolate dure tanto como quieras.
  5. El chocolate satisface aun cuando se hace blando.
  6. Con el chocolate, el tamaño no importa.
  7. Si muerdes las nueces con mucha fuerza el chocolate no se molesta.
  8. La palabra “compromiso” no asusta al chocolate.
  9. Puedes disfrutar tu chocolate incluso enfrente de tu madre.
  10. Puedes tener chocolate encima de tu escritorio en el trabajo, sin que se alteren tus compañeros de oficina.
  11. Puedes solicitar chocolate de un perfecto extraño, sin que te abofeteen.
  12. Con el chocolate, no terminas con pelos en la boca.
  13. Con el chocolate, no necesitas fingirlo…
  14. Saborear tu chocolate a altas horas de la noche no despierta a tus vecinos.
  15. Puedes disfrutar tu chocolate en cualquier momento del mes.
  16. El chocolate no te va a dejar embarazada
  17. Puedes disfrutar tu chocolate mientras manejas, escuchas música, lees o ves televisión.
  18. “Si me amas te tragaras eso” tiene un significado real cuando se refiere al chocolate.
  19. Dos personas del mismo sexo pueden compartir un chocolate sin que se les diga cosas feas o se les juzgue.
  20. Nunca eres demasiado joven ni demasiado viejo para disfrutar un chocolate.

Thursday, December 07, 2006

Cuando tenía 20...

Cuando tenía 20 años, me sentía gorda y fea, porque usaba talla 9 u 11 y mi piel es tan clara que se me veían las venas… Ahora que estoy mucho mas gorda (talla 17 – y a veces) y que lo que se me ve a través de la piel son las estrías, várices y moretes que me dejó el embarazo y la tromboflebitis (por culpa de la maldita cesárea) me doy cuenta, que estaba requete bien…

Ahora me doy cuenta de que no me valoraba suficiente, que mis percepciones eran erróneas, y que nunca me imaginé mayor a 29… Nunca me imaginé madre, ni adulta, ni trabajando. De algún modo 30 era una frontera mágica a la que nunca llegaría, y después de la cual, todo estaba hecho: después de los treinta eres adulto, trabajas, y tu vida está hecha. No hay nada nuevo. De algún modo, y sin pensarlo así, específicamente, pero como que la vida se acababa a los treinta, y después ya solo te quedaba arrastrar el destino que te hubieras conseguido para entonces. Después de los treinta ya no te enamoras, no sufres, no penas, no creces, no aprendes, no cambias.

Y no se diga más allá de los treinta. Si no me imaginaba a mi misma de treinta, mucho menos de cuarenta y cinco. O sesenta.

Pero ahora si lo pienso. Bueno, lo intento. En realidad aún me cuesta imaginarme de cuarenta y cinco, y más aún de sesenta. Es curioso, como, aunque pasaremos la mayor parte de nuestra vida siendo adultos mayores de treinta, en realidad nunca nos imaginamos como tales. Cual si fuéramos a ser jóvenes irresponsables (o no tan irresponsables, pero si jóvenes) toda nuestra vida. Culpo de ello a la nueva moda de la juventud eterna y además a la extraña idea de que todo debe ser instantáneo.

Debes verte como si tuvieras veinte, aunque tengas cuarenta y cinco y tres hijos, un matrimonio fallido y un empleo frustrante en que no te pagan suficiente y tu jefe (o algún otro idiota) se la pasa haciendo el tipo de comentarios sexistas que en cualquier país civilizado serían considerados como acoso… Porque si no te ves así – o al menos te ves como que lo intentas -, entonces ni siquiera puedes mantener tu empleo. Que mierda. En todos los anuncios de empleo se lee la frase “buena presentación”. Que quiere decir joven y delgada. Otros son más ¿descarados? ¿cínicos? ¿o será brutal honestidad? y de plano dicen que debes ser menor de veinticinco y talla 5 o menos. Y a medida que los años – y los kilos – se me van acumulando, me pregunto ¿y ahora qué? ¿dónde quedó el chapulín colorado? ¿quién me va a salvar?

Y lo otro: la gratificación instantánea. Todo debe ser ahorita. Dietas para bajar diez kilos en una semana (¿y cuánto te tardaste en subirlos? ¿de veras crees que se puede bajar en una semana lo que llevas acumulando por dos o tres años?); cremas que te “quitan” las arrugas en catorce días, y tintes que te quitan las canas en 40 minutos. Comida rápida (que a la hora de la hora ni es tan rápida – y engorda horrores) que no sabe a nada, pero se anuncia en televisión; desodorantes que atraerán a todos los hombres (o mujeres) hacia ti, pasta de dientes que te volverá los dientes blancos en dos semanas, y hasta carreras express, para tener tu título de lo que sea en seis meses (y maestría en tres). La apariencia lo es todo.

¿Dónde quedó la paciencia y la perseverancia y el construir algo sólido y duradero? Todo es de “úsese y tírese”. Y luego cómprese otro, nuevo y mejorado! (en empaque metalizado y brillante, vale m… que sea de aluminio y que la extracción de éste metal sea de las mas contaminantes y destructivas).

Uno de los artículos que tengo para mi trabajo de tesis se llama “Paraíso perdido: como la ciencia le ha fallado a los arrecifes coralinos”*. Les ha fallado porque a pesar de toda la investigación científica que se ha hecho sobre los animales, plantas y procesos que se encuentran en los arrecifes, y a pesar que se ha demostrado una y otra vez su importancia y su fragilidad como ecosistema, de todos modos los arrecifes se están yendo al carajo…

Pues me gustó la frasecita para afirmar: la ciencia nos ha fallado a las mujeres. Se ha demostrado, cuanto quieras, que somos tan capaces como los hombres, y hasta más. Pese a lo cual, seguimos igual de jodidas, y hasta peor, pues ahora además de la chamba en la casa, y la sumisión debida al padre y el esposo, hay que añadir el trabajo “remunerado” (nótese las comillas) y la correspondiente sumisión al jefe y las obligación de lucir “presentable” y verse, como decían por ahí, siempre joven, siempre impecable, fresca, y con la nalga parada… (pero no mucho, porque entonces eres puta).

En fin, cuando yo tenía veinte, no sabía nada de esto, y mi vida, según yo, se me acabaría a las treinta, cuando todo estaría resuelto, tendría una chamba, y una situación estable y aburrida…

Cuando tenía veinte... ¡cómo era pendeja! Lo que ahora me preocupa es: ¿Cuándo tenga cuarenta y cinco diré lo mismo de mi ahora: que pendeja era a los treinta y tres?

*Risk, M. J. 1999. Paradise lost: how marine science failed the world's coral reefs. Mar. Freshwater Res. 50:831-837