Sunday, March 29, 2009

Ciudad "cortés"

Hay una iniciativa en Cabo San Lucas para mejorar el nivel de educación de la población. Se llama “Sea cortés en el Mar de Cortéz”.

Les deseo suerte – la van a necesitar. Una de las cosas mas molestas de esta ciudad, es, precisamente, lo groseros que son sus habitantes.

Y una de las cosas que mas me molesta es que lleguen a las, digamos, tres de la mañana, de la pachanga o de donde vengan, con música (o lo que por aquí pasa por música) a todo volumen en el estéreo de su coche o camioneta, y nos obliguen a todos a escuchar su escándalo de borrachos, aunque al día siguiente sea miércoles y uno deba levantarse temprano a trabajar.

La hija de mi casera es de esas. Mi casera (la señora en cuya casa subarrendo un cuarto con baño) es muy buena persona: centrada y razonable (ultracristiana, pero, con todo, bastante respetuosa hasta en eso – no ha tratado de convertirme ni nada parecido). Sus hijas son harina de otro costal. Una de ellas, divorciada, no tiene casa fija y se le hace fácil venir a dormir a casa de la mamá cuando le da la gana, a la hora que le da la gana, y haciendo todo el escándalo que le da la gana.
Desde que la conocí me cayó en el hígado. Anoche la odié mas aun, pues a las 2:30 o así de la madrugada, llego con sus amiguitos, a “escuchar” rancheras a todo volumen y pegar de gritos, mentando madres y dando en general, un perfecto ejemplo de porque la gente llega a Los Cabos, pero nunca se va (nadie los quiere en ningún otro lugar, creo yo). La arañeja es una peste. Salió un vecino a pedirle, en buena onda, que le bajara al volumen porque hay gente que al otro día tiene que ir a trabajar. Le contesto tres babosadas y siguió con su escándalo. La odié, con todo mi corazón.


Explicado esto, dejo a la imaginación del lector, la perversa satisfacción, el maligno placer con que me levanté unas tres horas y media después que por fin se largaron sus cuates, (osea, como a eso de las siete de la mañana), puse una broca en mi rotomartillo, y me dediqué a hacer hoyos en la pared que comparte el cuarto en que duerme ella y el mío. Ya había pedido permiso a Miss D (la dueña de la casa, mi casera, e infortunada madre de la arañeja), así que con total tranquilidad le taladré el sueño como ella hizo con el mío cuatro horas antes. Al tercer hoyo llegó Miss D a decirme que era muy temprano para hacer hoyos porque el vecino de al lado se molesta (yo sospecho que su hijita se fue a quejar), y como yo soy bien educadita y comprensiva, deje de hacer hoyos… para bañarme haciendo el mas ruido posible (dos paredes del baño colindan con el cuarto de la arañeja), y luego salir a hacer el desayuno, lo que requirió algunos gritos destemplados al gato, y otros mas a mi hijo (para recordarle, desde la cocina, que se lave las manos y así). Cuando acabó el desayuno hice un par de hoyos más (porque ya no era tan temprano…). Luego metí unos clavos de concreto en la pared del baño. Todo entremedio, excepto por el desayuno, tuve puesto al máximo volumen que dan las bocinas de mi compu, música del grupo Tierra Santa (rock pesado en español – elegido porque es lo mas distante, musicalmente hablando, de las rancheras y las bandas, y con amplia capacidad para sacarle el sueño a cualquiera).

Son las once de la mañana. Mi cuarto (que era el suyo, por cierto… hasta que me lo rentaron a mi, porque la señorita nomás venía a dormir cada año de Juárez), quedó bastante limpio y mucho mejor ordenado de lo que estaba, ahora que hay dos hermosas repisas en la pared, un gancho para colgar ropa en el baño, y un par de clavos para cosas diversas, también en la pared colindante… ¡Ah! Y otros clavos para sostener el cortinero, que se estaba cayendo.
La fulana acaba de salir azotando la puerta (lo que en sí no tiene nada de notable, porque es la única manera que conoce de cerrar una puerta). Y yo me siento tan satisfecha como el gato que se comió al ratón. Ojalá tarde otro año de Juárez en regresar.

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