Wednesday, October 11, 2006

Segunda entrada del libro que será - La primaria II

Capítulo X – Todo lo que nunca supiste de la primaria y preferirías seguir ignorando.

En el sistema educativo mexicano, los libros de texto son gratuitos. Pero la mano de obra no. ¿Y adivina qué? Esa mano es la tuya. Prepárate a recortar una cantidad ingente de dominós: de cuadritos, de bolitas, de colores, de figuras y de números; además de círculos, cuadrados, triángulos y pentágonos de variados colores y en al menos tres tamaños. Letritas mayúsculas y minúsculas en cantidad suficiente para escribir tres frases completas; números ídem; moneditas de papel (mas chiquitas que las de verdad), tarjetas de conejitos, tangramas y otros rompecabezas, un ábaco de papel, las cuentas del mismo, el sobre para guardarlo y otros abstrusos artefactos de papel con instrucciones pensadas para niños que no saben leer (y son por consiguiente completamente ininteligibles para una mujer que ha terminado una carrera y una maestría). ¡Ah! Y algo mas: prepárate a recortarlos dos veces, porque después hay que forrarlos con papel contac o equivalente, a fin de que duren todo el año (y luego te los devuelven y no sabes que hacer con ellos).
Por supuesto, hay que ponerle nombre a todas y cada una de las fichitas. Puedes hacerlo con cuidado y bonita caligrafía en una esquinita, para que no se malogre la apariencia estética de los cuidadosamente planeados materiales didácticos. Solo que el maestro no va a encontrar el nombre a la primera y procederá a remediar el problema escribiendo dicho nombre en letras grandes y feas justo por la mitad de la tarjeta, y con marcador permanente.


¿Te has preguntado por qué los niños se mandan recaditos en clase? (que por cierto cuando los cachan te pasan la queja a ti). Bien, pues has de saber que lo aprenden de sus maestros. Literalmente.
En las primarias públicas, el método favorito de los maestros para informarte de algo, lo que sea, es mandarte un recadito, en un pedazo de papel (un tercio o un cuarto de hoja blanca – los recursos son limitados, ¿recuerdas?). A cada niño le da su pedacito, y el niño (al menos el mío) conciente de la gran responsabilidad que implica el servir de correo entre mamá y el maestro, procede a doblar el papelito cuidadosamente unas siete u ocho veces, hasta que es una cosa amorfa y sólida capaz de resistir el maltrato resultante de rodar de un lado al otro en el fondo de la mochila, debajo de libros y cuadernos, entre las envolturas de dulce y los lápices sin punta que le acompañan en el destierro (junto con las otros mensajitos que, también convertidos en bolas duras y amorfas, dormitan en el olvido). ¿Resultado? El jueves siguiente te levantas temprano y te apresuras a salir, para llegar a una escuela vacía, donde el sarcástico maestro de educación física te informa, con un mueca que pasa por sonrisa bajo el bigote, que no hay clases porque los maestros tienen junta, y que se les avisó a los padres con un mensajito…

Un consejo: dale a tu hijo un sobre especial para que guarde esos papelitos provenientes de la maestra. No olvides revisar el contenido del sobre de cuando en cuando, y de preferencia, el fondo de la mochila también. Hace falta sacar la basura de vez en vez. Es buena idea darle además un fólder especial para las tareas, que de otro modo corren el peligro de terminar en el fondo de la mochila, acompañando a los recaditos, (y luego a ti te reclaman que el niño no hace la tarea).

1 comment:

Mario said...

saludos, hace rato que no te veo en linea...