Para aprender idiomas (¡Todos!)
Animacion con fotografias - está muy padre:
Aquelarre: según la definición del diccionario: conciliábulo (conspiración) nocturno de brujas. Siguiendo esa definición pretendíamos (yo y unas amigas) que esta página fuera un punto de reunión, para todas aquellas “brujas científicas” que quisieran compartir sus experiencias. Pero las muy malditas me dejaron colgada con el blog, y a lo largo de los años yo y nomas yo he escrito aqui. Así que lo expropio. Sobre aviso no hay engaño - suponiendo que a alguien le importara.
Cuando una persona sufre amnesia total su personalidad cambia. No es la misma persona. Shrek explica a Burro que los ogros son como las cebollas, pero todos somos cebollas… capa tras capa de pintura y laca (nuestra “educación”) entremezcladas con los sedimentos de la experiencia, y uno que otro fósil que preferiríamos olvidar.
Si pudiera recordar el futuro ¿Qué diferencia habría?
Si no puedo recordar el pasado, si mi memoria es confusa y borrosa, imprecisa y subjetiva; si recuerdo las cosas no como fueron, sino como las recuerdo; y si esos recuerdos van y vienen como los sueños y a veces parecen menos reales que el sueño. Si tantas y tantas cosas no quedaron registradas, o han sido enterradas bajo el peso intangible de tantas mas; si mi infancia es un lago turbio y profundo, impenetrable, y mi juventud una casa de espejos llena de imágenes distorsionadas y fuera de contexto; si solo tengo treinta y seis años y no puedo ponerle fecha al día en que nos conocimos (¿cuántos años atrás?) ni recordar la última conversación que tuvimos (¿dónde? ¿de qué hablamos?), si es así ¿cómo será cuando tenga sesenta años? ¿Cómo sé que no recuerdo, de hecho, el futuro, y lo confundo con todo lo demás?
¿Quién soy yo si mi mente viaja sin dirección en el tiempo? Porque ya soy lo que seré, en algún rincón, y si ahora mismo no me encuentro en mi memoria abarrotada de espacios vacíos ¿quién seré cuando tenga treinta años más de memorias olvidadas?
Hace algunos años escribí un diario, por poco tiempo. Ahora lo releo y no me reconozco en mis palabras. Si escribo un diario hoy, no seré “yo” quien lo relea en 5 o 10 años. ¿Debería hacerlo, debería tratar de anclarme a este momento, aún sabiendo que probablemente el ancla se quedará y yo seguiré derivando, siempre quien soy, invariable pero nunca la misma? ¿Con qué afán aferrarme a este momento, a este día y a esta hora, a este “yo”, si sé que se olvidará, que me olvidaré a mi misma, que me reinvento cada mañana, cuando me desenredo de la madeja de sueños y memorias, de deseos e irrealidades, con la que voy tejiendo una identidad, que tras el paso de las agujas poco a poco de nuevo se desmadeja? Solo soy una trama casi virtual, con una realidad precaria e inestable, la porción media de una infinita bufanda, cuyo inicio se ha perdido, mientras se teje de un lado y se desteje del otro. El pasado me ha hecho lo que soy, supongo, pero ya no tengo pasado, lo perdí, solo quedan las declaraciones de los testigos presentes, peor aún, el resumen ejecutivo de dichas declaraciones…
Soy lo suficientemente vieja para decir “hace diez años”, pero no recuerdo esos diez años y solo sé que comí ayer porque los restos aún están en el bote de basura… Mañana pasará el camión de la basura; para en la tarde ya no sabré que comí ayer, ni tendré modo de recuperar esa información.
Según la física el tiempo es como un rollo de película: toda la historia está ahí, pero solo la puedes ver secuencialmente. Mi futuro me espera y yo lo revelo a paso de tortuga, obligada por la física a vivir un segundo a cada segundo, y a olvidarlo de inmediato, para vivir el siguiente segundo. La memoria desafía al universo y sus leyes, resumiendo los segundos… como un corresponsal de guerra que trata de escribir su historia mientras cuenta los intervalos entre bombazos y trata de mantenerse vivo.
Recordar tu vida es como leer la parte de atrás de la cajita de una película: no dice mucho, es imprecisa, carece de detalles, y en ocasiones la información es completamente errónea, como si el redactor no hubiera puesto atención a la película, o como si se hubiera equivocado de película.
En la escuela le pidieron a mi hijo que llevara una flauta. No sabía donde comprar una flauta. Pregunté en Office Depot si tenían flautas, y el empleado me contestó: “No, ahorita no hay flautas. Es que no es temporada”.
¿Tal vez es época de veda?
¿Cuándo es temporada de flautas? ¿Acaso son migratorias?
No me habría sorprendido mucho que en el Office Depot me hubieran dicho que no venden flautas y ya, porque después de todo, es mas bien como una tienda de artículos de papelería y oficina. Sin embargo, eso de la temporada… ¿Serán así de raras todas las papelerías de la ciudad? Considerando que una de las que mas se anuncia presume de tener un repertorio completo de… disfraces. Y sí los tienen, colgados en racks a media tienda. En resumen, en Cabo San Lucas, no sé donde comprar una flauta. Quizá en realidad, lo que debería sorprenderme es que haya zapatos en las zapaterías…
En otras noticias, pintaron dos topes. Es de hacerse notar, porque son los únicos dos topes pintados en toda la ciudad. Son los dos topes que están en el camino al faro viejo, atrás de la delegación. Uno de esos es el tope de El Vendedor de Periódicos. Ese de los tatuajes y el puro.
Otros dos reductores de velocidad que No Están pintados, son dos reductores de velocidad que literalmente No Están, a la altura del motel
Un ejemplo más de que en si Los Cabos no existieran los habría imaginado Kafka (o Dalí; o tal vez Frida Kahlo, que tenía vocación de sufrimiento): hace unos días, aun en las vacaciones de invierno, hubo una congregación de motociclistas en el centro de Cabo San Lucas. De repente se oyó el ruidoso estruendo de muchas motos y una sirena de policía. Estábamos platicando afuerita del museo de Historia Natural, y por supuesto, fuimos a ver que pasaba. Y lo que pasaba era una patrulla con dos motos detrás. Y luego dos mas, y tres y cuatro y otras dos, y tres y en total llegaron como sesenta (faltaban unos quince o veinte mas que llegaron tarde). Se estacionaron todos ahí enfrente de
Ustedes disculparán mi estrechez mental, pero eso de ver a un cura, vestido de punta en blanco, bendiciendo motos una tras otra como si fuera de producción en serie, con los satisfechos, barbudos y tatuados dueños orgullosamente caminando detrás, con una mano en la chamarra de cuero (sin mangas, sigue siendo Los Cabos y hace calor) y la otra en la pompa de su morra, fue todo un shock cultural. Un chavo que esta haciendo su servicio social en el museo, amablemente me explicó que les bendicen las motos porque de vez en vez hacen viajes de carretera – y esta carretera debe ser una de las que tiene mayor número de accidentes al año en todo México. Supongo que si eres el equivalente mexicano de los ángeles negros, y además acostumbras viajar por estas carreteras de la península, toda ayuda celestial es poca.